La primera pista de que estabamos en Baeza fue el aroma
un aroma que no se separo de nosotras en toda la semana, adsorbido en las meninges como si de una pomada sobre el cerebro se tratara.
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Todos nuestros pasos estaban impregnados de ello, cada una de las clases tenia un fondo común en nuestras mentes. Por las tardes, completamente henchidas las mentes de horas monotematicas, una simple vuelta a la manzana nos llevaba al descanso, a sugerentes recuerdos góticos y renacentistas, a persecuciones del resucitado por las cuestas empedradas.